Dos elementos con una doble intención.Por un lado, el cenicero percutor que nos recuerda con sus choques entre metales al sonido del taller de metalurgía junto con un doble fondo relleno de tuercas que aumenta esa sensación al moverlo. El bol que forma la morfología general del cenicero, una semántica muy propia de Marianne, da una vuelta de ciento ochenta grados para convertirse en la ‘plancha’ revolucionaria que alberga una caja de tabaco. En esta lectura del conjunto encontramos rebeldía, homenaje, manifiesto y coraje.Por otro lado, juega con la ironía de usar productos de Ikea, multinacional que ‘ha copiado’ durante décadas a diseñadoras históricas. Una empresa que dice defender la democratización del diseño, igual que hacia La Bauhaus y con lo que hay una gran controversia y diálogo entre las diseñadoras de hoy en día. ¿Qué pasa si ahora soy yo quien coge algo de Ikea y le da la vuelta para convertirlo en mío?